El uso del cine como instrumento para la reflexión filosófica ha sido algo común desde el nacimiento del séptimo arte (valga como ejemplo la propuesta de Deleuze 1999 de usar el cine como medio alternativo al discurso filosófico estándar, o la puesta en práctica de la idea por Sartre en su guion cinematográfico “El Engranaje”). Sin embargo, ha sido mucho menor en el ámbito de la Filosofía Analítica que en el de otras escuelas. Las excepciones han venido en el pasado desde autores más bien heterodoxos como Feyerabend 1993 (donde propone una superioridad del discurso cinematográfico sobre el pensamiento) o Cavell 1999 (donde como había hecho con escritores como Beckett o Shakespeare desarrolla aquí su exploración filosófica a través de una serie de comedias de Hollywood) y 2008 (donde promueve un uso “terapéutico” del cine), si bien más recientemente podemos encontrar algo más de atención en autores más ortodoxos y con un tratamiento más académico como Hansom 2006, Carroll 2006 o Wartenberg 2007.